Arrebatos, robos, golpes, heridas, algunas graves; son solo ejemplos del calvario que en cada jornada laboral –principalmente en horarios vespertinos y nocturnos- sufren los cientos de mujeres y hombres que hoy ganan su sustento recorriendo las calles trasladando encargos.
Estas personas que se movilizan en vehículos de pequeños porte como bicicletas o motos. Tales se convierten en elementos de tentación para los ladrones. Uno de los delitos recurrentes es que mientras están esperando en la puerta de un domicilio para que les reciban un pedido suelen ser atacados y les hurtan o roban dejándolos sin su principal medio de labor.
Los servicios de entrega a domicilio han proliferado de modo exponencial motivados por dos causas coaduyantes como son las reclusiones impuestas por la pandemia y el agravamiento por esa razón de las condiciones económicas que privó de empleo a muchas personas o de acceso al mismo a muchos jóvenes.
Otra razón sobreviniente también se suma: el uso cada vez más extendido de las transacciones en línea y ello incide en los delitos de los que son víctimas estos trabajadores porque no suelen cobrar en efectivo sus entregas. Para que no les arrebaten dinero propio suelen andar sin efectivo y ello, no pocas veces, ofusca a sus atacantes quienes se vuelven violentos por esa razón. En estos casos los golpes o heridas se tornan más dañinos.
La frecuencia de los ataques es constante y creciente motivando a que los damnificados decidieran visibilizar en todos los ámbitos posibles su situación. Se manifestaron frente a la Casa de Gobierno y Tribunales, fueron a la Legislatura, la Intendencia, el Concejo municipal, la PDI, el MPA y a la Defensoría del Pueblo (adonde los acompañó la diputada Gisela Mahmud).